Castellón, 8 de noviembre de 2007
Sentarse, levantarse, acostarse y estar de pie. Las cuatro dignidades del hombre. Actividades que Yo hago constantemente fuera del espacio de la conciencia. Pararme, moverme con lentitud y con atención ha estimulado sobremanera mi espacio de silencio y después de esta experiencia siento que mi cuerpo está callado y con ello, un pequeño gesto un movimiento atento se convierte en una creación, en una obra de arte, que tiene un comienzo, continúa y luego termina, conectando con el comienzo de otra cosa.
Me encuentro con mis lugares de calma, de reposo, sin lucha, con el dejarse llevar a la experiencia, a la novedad del movimiento, al encuentro con la sensación, la emoción me invade… y mi relación con el mundo se transforma, las fronteras se ablandan y el intercambio es fácil sin perder mi lugar.
Y toda yo, toda mi silencio se siente agradecido, puedo permanecer por un instante largo, largo pegada a esa experiencia de fluir sin más. De repente todo se hace más fácil. Es tan sencillo como no sentir el impulso de hacer, y en cambio poder estar sin ninguna pretensión. El tiempo se expande, y dejo de sentirme dominada por él, tan solo bailamos al unísono, en armonía como en una danza… creo que es la danza de la vida que a veces, como una diosa de la fortuna, se muestra sin más propósito que danzar, abierta al encuentro con lo encontrado.
Me siento muy afortunada y muy agradecida.
Gracias a Jorge por estimular este espacio íntimo, silencioso, sin nombre…
G. B.