Este fin de semana hemos tenido curso. El jueves por la noche me comunicaban la muerte de un amigo.
El viernes siguiente llegaba a la clase con una gran herida en mi alma. Una gran herida, me sentía extraña.
Cuando me senté, sentí cómo todo el grupo tenía esa gran herida que yo llevaba dentro. Era la misma herida, latiendo, pulsando, veía la herida como un corazón latiendo en medio de la sala. Veía las caras de mis compañeras y las sentía diferentes. Otros seminarios hemos llegado y veía en sus rostros otras huellas diferentes. Pero este fin de semana todo es diferente.
Me ha sucedido algo que hacía mucho que no me pasaba. Me tumbé y sentí todos mis huesos en contacto con el suelo y sentía mucho dolor. Yo siempre hago una pequeña broma a Jorge y le digo que debo de estar muerta porque no me duele nada, y este fin de semana sentía mucho dolor en mi cuerpo. Mis caderas, mi columna, mis brazos, sentía mucho dolor. El dolor que había dentro de mí, que saltaba a la vista, que quería salir de mi cuerpo. Yo no había sido consciente hasta ese momento de todo lo que había y ahí dentro se cocinaba.
Y a medida que durante todo el fin de semana hemos ido trabajando, las diferentes partes de mi cuerpo, han ido reaccionando de diferentes maneras.
Iba sintiendo cómo ese dolor, los nudos que había en mi cuerpo, se iban deshaciendo. Iban desapareciendo. Cuando hemos acabado los ejercicios de contacto, todos los experimentos que hemos hecho han ido rectificándolo, haciéndose más liviano, más ligero, más consciente.
Esta mañana de lunes, después de todo el fin de semana, me ha pasado algo prodigioso. He salido a caminar por el campo con mi perro. Y de pronto he podido sentir mi psoas, mi esqueleto, todos los músculos que participaban en mi caminar y me sentía como un gigante, pero como muy grande, erguida, en perfecto equilibrio, donde cada órgano y cada hueso, cada tejido estaba en el sitio justo que le correspondía. Además de todo eso, me sentía partícipe de una gran mente universal, algo que estaba dentro de mí y también fuera de mí, he tenido una conexión muy grande con mi alma y con mi cuerpo al mismo tiempo. Haciéndome consciente de los movimientos que hace mi cuerpo cuando camino, entendiendo cómo está todo dentro y cómo está todo fuera.
Ha sido muy hermoso. Una gran sensación de pertenencia. El gran universo y el microcosmos que hay dentro de mí y que todo es lo mismo.
Y hoy me siento bien, me siento fuerte, a pesar de esa gran herida y de todos los momentos por los que estoy pasando, este trabajo me hace sentirme fuerte y poderosa, empoderada, tomando mi poder y sabiendo quién soy.
Gracias Jorge por ser el creador de todo esto. Por cambiar mi vida. Por tu trabajo. Te bendigo todos los días de mi vida y agradezco que estés presente en ella. Gracia, gracia, gracias, gracias…
A.R., septiembre 2018.