Nada que comprender

Qué tranquilidad poder estar con las piernas encima de una banqueta, la espalda sobre la moqueta, los brazos descansando “de verdad” sobre ella, y no tener nada que comprender, solo ESTAR. Abandonarme al suelo y SER.

Dos lágrimas salen de los ojos, se deslizan por las sienes y se introducen en el cuero cabelludo.

Poder hacer un gran tirabuzón-bucle con mi cuerpo, en cuyo movimiento interviene todo él. Disfrutar de este movimiento lenta y fluidamente, dándome cuenta de lo que está pasando en mis brazos mis piernas mi pelvis mi tronco mi cabeza. Cómo estoy respirando y qué está pasando con la mirada mientras me traslado por el espacio. Todo esto sucede en el momento, en este momento y que no hay NADA MAS… ni NADA MENOS y además… “no hay nada que comprender”. Qué tranquilidad…

Incluso, qué cierta tranquilidad poder vivir la intranquilidad, el miedo, el desasosiego y las taquicardias, sabiendo en el fondo, que todo pasará y probablemente tampoco habrá nada que comprender.

Qué agradable y descansado es vivir la economía energética… siempre que te das cuenta. Ver que se puede funcionar con la ley del mínimo esfuerzo, que cada vez más veces y antes, te das cuenta de que estás tensa en la boca, que mientras caminas puedes aflojar los hombros e incluso en la cama, tu cabeza puede descansar sobre la almohada, y que cuando te mueves en ella utilizas cada vez menos tono muscular.

Camino a Madrid, veo amanecer por la ventanilla del tren y me siento tranquila en la mente y en el cuerpo.

Me doy las gracias por regalarme este curso donde cada vez descubro más cosas sobre mí misma, especialmente a nivel sensorial. Aunque todavía me da “un poquito de envidia” oír algunas sensaciones corporales de mis compañeras, pero a la vez es muy rico escucharlas y poder disfrutar con ellas. Gracias, chicas.

Siempre llego a un punto donde no puedo dejar de dard las gracias, desde mis padres hasta las personas que en estos momentos forman parte de mi vida. Y ahí estáis todas vosotras y nuestro profe y maestro Jorge.

Estoy satisfecha y contenta de haberme arriesgado y lanzarme a vivir de otro modo, haciendo algo que ni siquiera considero un trabajo y con lo que disfruto cada día.

Gracias.

Camino hacia Madrid, lunes 12 de noviembre de 2012.

A.R.

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